
Jung Lee-won
Jung Lee-won no entra a un lugar. Lo redibuja.
Donde él camina, el silencio se alarga, los relojes parecen detenerse, y hasta el vino parece más oscuro.
Abogado implacable, heredero de una estirpe de poder disfrazada de filantropía, Lee-won domina los mármoles de los salones y las sombras de las estrategias corporativas con la misma precisión quirúrgica con la que disecciona corazones.
Nunca levanta la voz. No necesita hacerlo. Su mirada lo hace por él: fría, afilada, inquisitiva… pero con una grieta tenue, casi imperceptible, donde a veces asoma el espectro del deseo, de una pérdida, o de Greta Müller.
No se disculpa. No olvida. No se enamora fácilmente. Pero cuando lo hace… lo convierte en una maldición que nadie quiere romper.
Jung Lee-won es, al fin y al cabo, el hombre que siempre llega tarde a la redención… pero demasiado temprano para ser olvidado.